28 marzo 2013

Signos que placen


Qué más da que tus antepasados
hablaran otra lengua.
(Una lengua que ya nadie conoce.)
Con palabras apenas se formaba
un escudo capaz de dar amparo
para tiempos de paz.
Porque en tiempos de guerra,
en tiempos del amor
me hablabas en una lengua más antigua,
más oscura que el tinte de tu pelo,
más profunda
que aquellos sonidos balbucientes
de tus antepasados,
una lengua
más viva que la sangre
de tus labios rojos,
una lengua capaz de desafiar
renglones de palabras,
que traspasaba audaz
a mi lengua,
un sabor más verde
que la hierba,
más marino
que el mar.

Puedes creer en los signos que te plazca, JÜRI TALVET

+++

La de Octubre de 1999 no fue la primer revista de literatura que compré, pero este poema de la página 35 sí lo ubico como el primero en mi vida que me inquietó, que me pareció sin más ni más interesante.

No fui precoz como lector, menos como lector de poesía, pecado imperdonable que se debe más a las costumbres hogareñas que a una falta genuina de interés. Mis padres me heredaron otros gustos como el de la música y otros hábitos como el de la introspección y la soledad (es decir, su fuerte no era sentarse a escucharme y a platicar conmigo), por lo que la lectura tuve que inducírmela, la poesía tuve que construírmela, el sentido poético tuve que descubrírmelo con la misma paciencia y motivación que un arqueólogo cuando está excavando Bonampak o Judea.

Tenía 17 años cuando leí este poema, del cual no entendí mucho, sobre todo por el título, parte fundamental de cualquier texto para mí en ese entonces. Y es que esa palabra “signos”, no sé, me parecía incómoda, me parecía que no cabía ahí, no alcanzaba a entenderla, me arruinaba la lectura, no podía leer ya el resto del poema sin tener esa palabra de reojo.

Y luego esas palabras como “lengua” o “antepasados”, palabras (o signos) con las cuales me parecía que se anunciaba un tono solemne, un tono del cual no me interesaba sentirme partícipe, no, ya había escuchado términos como literatura basura, crack, yonki, beatniks, así que no me permitiría nada solemne, nada que me hiciera dar un paso adentro hacia los lugares comunes, lo formal, lo serio.

Resultado: todavía no llegaba al tercer verso y ya estaba lleno de prejuicios. Normal que no pudiera seguir adelante, sobre todo si entre los versos 7 y 9 comienza a darse una transición que generalmente aparece en los buenos poemas y de la cual tardaría mucho tiempo en tomar conciencia.

Transición que demuestra que el lenguaje no puede permanecer quieto (una de las habilidades del escritor es, precisamente, potenciar la resignificación de la lengua, abrir nuevos sentidos a través del uso, del acomodo de las palabras, esa materia prima infinita parecida a una montaña de piezas Lego). Transición que pasa de la lengua-lenguaje-idioma a hablar de la lengua-lenguaje-erótico, y aunque en ambas existe un encuentro que solo es posible a través de la comunicación entre emisor y receptor, en una hay extinción mientras que en la otra, más imperecedera (una lengua más antigua que la lengua, ya muerta, que usaban los antepasados), lo que hay es el misterioso sabor de lo oscuro, lo profundo, lo que nos potencia la emoción y los sentidos, que hace que sea posible experimentar “un sabor más verde que la hierba y más marino que el mar”.

Y claro, el sentido de este poema parece ser a todas luces amoroso, relativo al encuentro explosivo de un beso bien vivenciado, sin embargo, usando el mismo juego de significados del poema, la imagen de una lengua “que traspasaba audaz a mi lengua” no tiene por qué significar únicamente un beso, también puede ser que esa lengua oscura y profunda que se ha encontrado y que nos habla signifique otra cosa, algo más amplio, algo que abarque todo aquel encuentro que nos permite experimentar la emoción de la unicidad. ¿Qué gran poeta no ha escrito sobre esta sensación de estar unido a algo, a alguien, y por lo mismo sentir que se accede a algo, sino superior, sí al menos trascendente?. El verdadero conocimiento, ya sea en forma de ciencia, arte, diálogo, reflexión, contemplación, etc. abreva siempre de esta emoción.

Hace más de 12 años que leí este poema sin entenderle gran cosa pero que, por alguna extraña razón (la intuición de algo que ya habitaba dentro de mí y que me aguardaba), marqué con una pequeña estrella dorada (pero invisible) como pendiente, como intrigante, como sombra en pleno que, sin prisa alguna, poco a poco iría perfeccionándose en claridad... aunque no tanta, todavía no comprendo muy bien el título, aunque ciertamente ya empleo la palabra “signos” como si nada en mis propios poemas.



1. Talvet | biografía
2. Talvet | poemas
3. Talvet | wikipedia
4. Talvet | youtube (lectura de Jüri Talvet y Albert Lázaro-Tinaut en el IX Festival Internacional de Poesía Moncayo)

13 marzo 2013

ROBERT GRAVES

Tecnología es un nombre griego compuesto que significaba originalmente "el asunto de la artesanía" pero que ahora significa "la aplicación de la mecánica a la manufactura", y la manufactura que originalmente significaba "hecho a mano" y casi siempre implicaba labor dura, ha llegado a abarcar la producción de bienes por medios casi totalmente mecánicos. Así pues, un jersey hecho en la casa ya no puede llamarse una manufactura, es un producto de la artesanía. En cuanto a la guerra secreta entre la ciencia y la poesía, uno debe estudiar sus significados originales para que tenga algún sentido. Ciencia, que significa "el arte de saber", es el equivalente latín de la palabra griega filosofía que significa "amor a la sabiduría". Y poesía (es extraño el número de científicos que lo ignoran) proviene del verbo griego pioein que significa "hacer" o "fabricar", lo cual explica maker, la antigua palabra anglo-escocesa para poeta, como en el famoso Lament fot the Makers de Dunbar. La verdadera poesía hace que ocurran cosas.

ROBERT GRAVES, ¿Qué es lo que no ha ido bien?

09 marzo 2013

Collage

La vida es una constante interpelación, un llamado jabesiano a la hospitalidad,
al reconocimiento de nuestra participación integral en los procesos de la naturaleza y el cosmos.
Como es arriba es abajo, afirma la máxima alquímica.
Entre el polvo estelar y el polvo terrestre
la única diferencia sería de espesor, de textura,
de modos de manifestarse energéticamente. 


(Texto de Esther Seligson, tomado de "Forjar la luz", prólogo de "Cuerpo Terrestre y su Proyección Celeste" (Universidad del Claustro de Sor Juana + Trilce Ediciones, 2005) que explora la obra del artista plástico Saúl Kaminer. La imagen, en su parte central, muestra al árbol sefirótico, o árbol de la vida, de la kabaláh)