29 mayo 2013

The Medicine of Poetry

El siguiente es un artículo que aparece en el número de Julio-Agosto del 2012 de la revista Spirituality & Health. Su autora es Kim Rosen, escritora, conferencista y terapeuta que basa su modelo de salud en leer poesía, interactuar con ella, adoptar poemas con propósitos muy parecidos a los de la contemplación activa, la repetición de mantras o la visualización con cartas o mandalas.

Mezclar literatura con temas holísticos difícilmente es bien visto tanto por los círculos new age como por los círculos literarios. En ambos espacios se da un fenómeno muy parecido: suelen estar repletos de especialistas que, de tanto que saben, delimitan qué sí cabe en el círculo y qué no (como si el conocimiento tuviera fronteras), sobre todo en México, país donde los espirituales suelen abordar la espiritualidad sin desprenderse del yo (pequeña paradoja) al grado de hacer de su nombre una marca, y los intelectuales suelen menospreciar todo lo que no sea arte, ciencia o humanidades, al grado de declarar públicamente que los libros de autoayuda son basura o que Paulo Coelho es un fraude (“sólo lo difícil es estimulante”, repiten una y otra vez estos seres de mediana inteligencia, compradores de vanidad).

Por fortuna, los grandes pensadores siempre son los que tienen una actitud promiscua con las áreas del conocimiento. Eckhart Tolle (guía espiritual) de joven era el típico intelectual alemán que, a sus 29 años, ya había vivido en Alemania, Barcelona y Londres, abrevando de sus respectivas culturas; Nicole Diesbach (antropóloga) mezcla en sus escritos ciencia, literatura, poesía, misticismo, filosofías de oriente y occidente; Saúl Kaminer (artista plástico) no deja de lado en su obra la rica tradición y enseñanza judía, al contrario, la absorbe y la expresa a través de lenguajes plásticos contemporáneos; Naomi Shihab Nye (escritora estadounidense de raíces palestinas) escribe poemas que difícilmente son un reto para los académicos y esnobs de la literatura, sin embargo poseen lo que todo gran poema posee, sin importar si es de Góngora, Juan Ramón, Lezama o Gorostiza: la capacidad de sacar al lector (cualquier lector, no sólo el especializado) de sí mismo y conmoverlo, estimularlo, trascenderlo.

Y por fortuna, también, a lado de estos grandes pensadores están esos grandes editores que se arriesgan a publicarlos a pesar de no entrar en los parámetros establecidos, sin importar si son grandes editoriales de alcance mundial o pequeñas y locas editoriales independientes.

Así las cosas, el siguiente es un texto (+ un poema de Rumi (en el artículo también se incluye un poema de Shihab Nye que por el momento no voy a transcribir)) que a más de un fama haría rabiar (no hay nada peor que los famas que creen ser cronopios (o como dijera Dulce en los 80: “Porque eres un lobo, un lobo que siempre ha vestido piel de oveja”)) pero que sin duda será la delicia de esos espíritus inquisitivos a quienes el conocimiento, sin importar la forma en que éste se presenta, los pone alegres.


La Medicina de la Poesía:
Cómo las palabras pueden salvar tu vida

“Nunca podría conectar con la poesía”, dijo Jan. “¡Soy una maestra de matemáticas!” Ella estaba sentada en el sillón de mi sala de estar, rodeada por pilas de libros de poesía. En la mesa de café había una pila de tarjetas, cada una con un poema diferente. Incluso algo del arte de la pared tenía versos caligrafiados a mano entre los colores.

A pesar de mi actual pasión por el poder de la poesía, pude relacionarme totalmente con las palabras de Jan. Por muchos años, de hecho tuve miedo de la poesía. Sentía como si fuera el lenguaje secreto de un club elitista al que yo no había sido invitada a unirme. A pesar de que amaba la poesía siendo niña, la dura y excesivamente analítica forma en la que la enseñaban en mi secundaria me había intimidado. De repente mi mágico mundo de palabras y sentimientos se convirtió en “pentámetros yámbicos”, “tetrámetros dactílicos”, “esquemas de rima” y “encabalgamientos”. Decidí que esa poesía no era para mí después de todo.

La mirada de Jan cayó en la pila de los libros de Mary Oliver y las lágrimas salieron de sus ojos. “Hace unos pocos años, cuando yo comencé a enseñar en mi actual trabajo, la primer amiga que hice fue Rita, una maestra de inglés y poeta. Le confesé a ella mi incapacidad para entender la poesía. Con una mirada de complicidad en sus ojos, me dijo: ‘No te preocupes, yo me ocuparé de eso’.

“Unos pocos meses después –continúa Jan– Rita me obsequió por mi cumpleaños 46 una caja bellamente decorada. Dentro había docenas de sobres, cada uno con un poema. Y había una hoja de instrucciones: Cada mañana, tan pronto como te despiertes, toma uno de estos sobres en un lugar apacible con una ventana que dé a la naturaleza, o junto a una planta o a una vela. Siéntate cómodamente y lee el poema en voz alta para ti, preferiblemente más de una vez.

Hubo un tiempo oscuro en la vida de Jan. Por más de una año estuvo luchando con una enfermedad crónica. Su ilimitada energía parecía haberse evaporado, dejándola perpetuamente pálida y cansada. Alguna vez ella amó conducir su bicicleta de montaña cada día en los senderos cercanos a su casa, ahora apenas podía llegar a casa de su trabajo como maestra para colapsar en su cama. A pesar de que ella había ido con doctores, terapistas y médicos alternativos, ninguno parecía ser capaz de proveerle respuestas o alivio.

“Pensé que podría seguir el consejo de Rita” me dijo Jan encogiéndose de hombros. “Nada parecía estarme ayudando”.

La mañana siguiente a su cumpleaños ella despertó con el mismo agotamiento implacable en el pecho. ¿Donde encontraría ella la energía para encarar este día? Al arrastrase fuera de la cama, vio la caja de poemas en la mesilla de noche. A regañadientes sacó el primer poema fuera de su sobre y se sentó junto a la ventana. Se sintió un poco tonta leyendo en voz alta sin que nadie salvo su gata pudiera oírla, pero ella siguió las instrucciones de Rita.

Fue un poema de Mary Oliver llamado “El día de verano”. Mucho de la primera estrofa fue sobre un saltamontes. La descripción de las criaturas de "ojos complicados" y "pálidos antebrazos" fue adorable, pero Jan no vio la relación con ella. Unas pocas líneas después, sin embargo, ella se quedó sin aliento. “No sé exactamente lo que es una plegaria”, escuchó a su propia voz decir. De pronto, ella estaba despierta, escuchando. Las siguientes líneas del poema le hablaron directamente a ella, haciéndole frente a una conversación que tenía constantemente por debajo de la superficie de su vida pero que nunca había entablado en voz alta: ¿Cómo voy a rezar si no soy religiosa? ¿Cómo mi vida se convirtió en algo sin significado? ¿Qué es lo que considero sagrado de todos modos? Las líneas finales dejaron a su corazón acelerado: “Dime ¿qué es lo que vas a hacer / con tu salvaje y preciosa vida?

Cada mañana después de eso, sin fallar, el poema del día se conectaba con ella misma de una manera que nunca había experimentado. Rita había elegido los poemas exactos que desbloquearían el corazón de Jan. A menudo Jan llegaba a las lágrimas por una frase de Mary Oliver, o Naomi Shihab Nye, o Hafiz. “Amarás de nuevo al extraño que eres tù mismo” Derek Walcott le aseguró. O “el daño que abrazas se convierte en alegría” Rumi le avisaría. Con la apertura de cada sobre, Jan se sentía más profundamente enamorada de la poesía.

Me encontré a mi misma asintiendo con la cabeza mientras ella hablaba. Yo también había redescubierto inadvertidamente el poder sanador de la poesía durante un difícil momento de mi vida. En 1994 estaba en medio de una depresión suicida. En ese momento yo era terapeuta y maestra de auto-transformación pero nada de la sabiduría espiritual o psicológica que yo había aprendido podía tocar el lugar dentro de mí que se sentía tan roto.

Cuando yo me deprimo, limpio. Un día estaba fregando bajo el radiador y encontré un casette sin etiqueta con pelos de gato y polvo. Lo limpié, lo puse en la casetera y comencé a lavar los platos. La voz del hombre que recitaba poesía llenó mi casa. Estos poemas no se parecían nada a los que había conocido en la secundaria o el colegio, eran lo que ahora llamo “poemas de la vida interior”. Muchos eran los mismos que los hechos a mano que Jan encontró en la caja que le regaló su amiga. El sonido de la voz que hablaba y las palabras de los poemas alcanzaron un lugar dentro de mí que se había sentido totalmente intocable. Dejé mi esponja y lloré.

Un poco de actividad detectivesca reveló que la cinta había caído de la bolsa de un cliente. Ella me dijo que el orador era David Whyte, un poeta que recita de memoria para inspirar creatividad e intuición en grupos en todo tipo de escenarios, desde salas de juntas hasta monasterios.

Comencé a leer poemas en mi vida diaria, no simplemente leyéndolos y cambiando la página sino desarrollando ricas relaciones con los que más me gustaban. Aprendí muchos de memoria, llevé muchos en mi bolsa, grabé algunos en la pantalla de mi computadora y en el refrigerador. Yo raramente me voy de la casa sin un poema en mi bolsillo. Imprimí algunos de mis favoritos en pequeñas tarjetas y las usé como baraja adivinatoria. Ellas se convirtieron en mis "tarjetas de ángeles", mi terapia, mi medicina, mis rezos.

Esos poemas no solo me infunden de sabiduría sino que me traen vitalidad al cuerpo. ¿Cómo, podrías preguntar, puede un poema tener un efecto físico? Como dice Emily Dickinson: “Si leo un libro y hace que mi cuerpo tan frío pueda calentarse, entonces sé que es poesía.” Como el tambor de un chamán o un canto sánscrito, el ritmo de un poema arrastra los latidos de tu corazón, el fraseo cambia tu respiración y los sonidos resuenan dentro de la cristalina estructura de tus huesos. Muchos años después vine a entender esto como la “anatomía chamánica del poema”: la investigación científica actual muestra que las ondas cerebrales, respiración y pulso, literalmente cambian cuando le das voz a un poema, abriendo la mente más allá del pensamiento ordinario. Los elementos físicos del poema literalmente crean circunstancias bioquímicas para la sanación y la introspección.

Me quedé fascinada con la poesía, no principalmente como un arte literario sino como una poderosa medicina sanadora para desbloquear la riqueza de la vida interna.

Luego, en el otoño del 2008, la poesía me rescato de una manera que nunca esperé. En Octubre invertí todos mis ahorros en un pequeño fondo local. Dos meses después un amigo que también había invertido en ese fondo me dejó un mensaje: “Bernard Madoff fue arrestado hoy. El fondo era un fraude. Lo hemos perdido todo”.

Me quedé allí, sin aliento, agarrando el teléfono mientras la voz automatizada repetía “Para repetir este mensaje, presione uno”, estaba paralizada y en shock. De pronto, salido de la nada, escuche estas palabras en mi mente:

Antes de saber lo que en verdad es la bondad
debes perder cosas.

Sacudí mi cabeza de incredulidad. Era un poema de Naomi Shihab Nye llamado “Bondad”. Aunque lo había escuchado antes, nunca me había atraído. ¡Y ciertamente no sabía que estaba en mi memoria! Sin embargo, las siguientes líneas se desplegaron en mi mente como las letras de un karaoke:

Siente el futuro disolverse en un momento
como la sal en un caldo muy diluido.

Claro que hubo de repente miles de cosas que necesité hacer –contactar con mi abogado y mi contador, averiguar cómo iba a pagar las deudas que adquirí cuando pensaba que tenía dinero, sin mencionar pagar la renta, la comida, el seguro de salud– pero todo lo que podía pensar era en googlear “Bondad”.

Necesité ayuda, y este poema fue la única voz que me hablaba a mí. Así que lo encontré en la web, lo imprimí, y me senté en el piso a leerlo en voz alta.

Lo que sostienes en tu mano,
con lo que cuentas y guardas escrupulosamente,
todo eso debe irse

Se sintió como si el poema hubiera sido escrito para mí personalmente, para ese momento exacto. Fue como tener la ayuda perfecta en el instante de un accidente.

“Bondad” se convirtió en mi rezo. Lo leía antes de ir a la cama y en el desayuno cada mañana. Me recordaba que esto no era una tragedia sino un camino a la compasión, y que no estaba caminando sola. Eventualmente me supe el poema de memoria y lo pude decir en voz alta para mí misma y para otras personas que estaban agradecidas de escuchar su sabiduría.

Nunca he sido una persona religiosa pero después de esa experiencia creo que entiendo por qué los musulmanes rezan a Alá cinco veces al día o los judíos ortodoxos miran al este y enrollan el tefilín. Incluso ahora, me encuentro con “Bondad” muchas veces a la semana para conducirme al corazón de lo que realmente me es importante.

Te invito a también explorar el poder sanador de la poesía. Aquí tienes unas cuantas ideas acerca de cómo hacer de este poderoso arte tu aliado:

1. ENAMÓRATE DE UN POEMA. Entiendo que esto puede ser un gran reto para aquellos quienes como yo, se alejaron de la poesía o nunca se conectaron con ella desde el principio. Así que aquí están algunas pistas sobre cómo encontrar un poema para hacer amistad con él. Tal vez tú y yo somos similares y los poemas que amo también te hablen a ti. En la parte de atrás de mi libro Salvada por un poema: El poder transformador de las palabras hay una lista de 50 de mis poemas favoritos. Hay también muchas fascinantes antologías enlistadas en la bibliografía. Tal vez escuchaste un poema que te tocó en una boda o un funeral. Haz memoria. La página web de Poetry Foundation tiene una “herramienta poética” que te ayudará a encontrar poemas sobre cualquier tema. La página de Poetry Chaikhana reúne antigua y moderna poesía espiritual de todo el mundo (A Media Voz podría ser una buena opción en español. N. de la R.)

2. LEE TU POEMA EN VOZ ALTA. No puedo dejar de enfatizar la importancia de darle voz a la poesía, tanto si hay o no alguien escuchando. Un poema está hecho de más que palabras en una página: es respiración, sonido, ritmo. La mayoría de los poemas ofrecen su magia completa solo cuando se unen a la voz humana.

3. Una vez que comenzaste a buscar poemas que amas, ESCRIBE UN DIARIO de ellos en el orden en que aparezcan en tu vida.

4. ESCRIBE TUS LINEAS FAVORITAS EN TARJETAS. Usa estas tarjetas de poemas como una herramienta de inspiración: lee una cada tarde como una plegaria antes de dormir o úsalas como baraja adivinatoria cuando enfrentes una dificultad en tu vida.

5. TEN UN SALÓN DE POESIA en tu casa. Invita a todos a que traigan su poema favorito para leerlo en voz alta y algo de comer para compartir.

La poesía es una puerta a la pasión, a la paz y a la totalidad que se encuentra justo en medio de nosotros. Es gratis y está disponible para cualquier persona todo el tiempo. Te invito a pasar por el umbral de un poema hacia la maravilla de tu propio ser.

KIM ROSEN


El ser humano
es una casa de huéspedes:
con cada mañana llega
también un nuevo arribo.

Un regocijo, un desánimo, un sin sentido,
alguna vaga conciencia… Todas
son visitas llegando de improviso.

Acógelas.
Vuélvete su anfitrión.

Incluso si son una turba abatida
que en su desolación
barren con todo el mobiliario
no dejes de honrar a tus visitas…
Tal vez te escombren la casa
para el arribo de nuevos placeres.

Reúnete a la entrada
con el recelo,
con la vergüenza,
con la mala fe,
e invítalos a pasar
con una bien plantada sonrisa.

Sé agradecido
con todo aquello que venga
ya que cada una de estas visitas
te son dadas
para guiar tu camino.

La Casa de Huéspedes, RUMI


Traducción del artículo: Claudia P. Zamora
Traducción del poema: Alberto Espejel S.
Texto original
Kim Rosen

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